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Eduardo Soto
Eduardo Soto
12/08/2022

Contradicciones difuminadas

Estuvimos dispuestos a recibir a ucranianos en casa, incluso a ir a por ellos montados en una furgoneta. No estamos dispuestos a subir el termostato del aire acondicionado. Rusia anuncia con sorna en un vídeo promocional que Winter is coming, que ellos tienen gas y agua en abundancia. A la derecha italiana le gusta mucho ese planteamiento de una vida “tradicional” rusa.

Europa sufre una ola de calor sin precedentes. Los negacionistas del cambio climático insisten en que los ecologistas y los científicos están comprados, que esto son ciclos.  Si no les dejan consumir la energía a su libre albedrío acudirán a los tribunales: “Vivimos en un país libre”, vociferan, “Si puedes pagarlo ¿por qué no vas a poder hacerlo?”. Alemania tiembla ante su impotencia energética. Ucrania se resquebraja, como Gaza, se difumina de las noticias. Putin se frota las manos (le escuecen de sangre y contradicciones).

El agua falta en muchas localidades, puede que pronto escasee en las ciudades. El Mediterráneo hierve. Antes de que prohíban ducharse en demasía, los bañistas oyen las noticias sobre futuras danas, lluvias torrenciales e inundaciones sin soltar su botellita de agua mineral. El Mar menor se cuece en su salsa de eutrofización y anoxia. El Campo de Cartagena sigue pidiendo agua para sus cultivos. Los grifos de muchas casas arrojan agua no potable, contaminadas por nitratos que reciben los acuíferos de los purines. Las macrogranjas necesitan cientos de hectómetros cúbicos de agua para funcionar. Las macrogranjas no se cansan de pedir nuevas licencias para ampliar sus fronteras de comercio de carne de cerdo. Los gobiernos miran al PIB y olvidan que el agua se seguirá necesitando cuando pase la fiebre exportadora.

Los bosques arden como nunca emitiendo grandes cantidades de CO2. Los tanques, los buques y los aviones de combate emiten grandes cantidades de CO2. Se reabren las centrales térmicas para quemar carbón y emitir el CO2. Los acuerdos de París se difuminan. Se proclama verde la energía nuclear en la taxonomía de la Unión Europea. Francia renacionaliza la Electricite de France, EDF, la empresa semiestatal de servicios públicos que gestiona sus 57 reactores nucleares. De estos, solo están operativos 26. Los demás tienen serios problemas de corrosión de sus aleaciones. El estado francés inyecta 9700 millones de euros en EDF para intentar rescatar su energía nuclear (con una deuda de 43.000 millones de euros) y sus 100.000 funcionarios dependientes de ella. En España la derecha pone el grito en el cielo porque el Estado quiere cobrar más impuestos a las empresas privadas eléctricas y sus millonarios beneficios. Un año más la vendimia se adelanta de fecha. No hay enólogo que niegue el cambio climático.

Se eleva el costo de la electricidad en el mercado mayorista de toda Europa. Ninguna de las 600 centrales nucleares construidas hasta la fecha en el mundo ha sido competitiva; no mientras no encuentren el modo de abaratar los costes de gestión de sus residuos (y su peligrosidad). El capital nuclear emigra a las inversiones fotovoltaicas. Si EDF no es capaz de solventar sus añosos problemas en sus centrales nucleares puede que este invierno París deje de ser la Ciudad de la Luz. Puede que entonces empiecen a pensar que se equivocaron de fuente de energía fiable y duradera.

En Madrid no quieren apagar un poco antes la luz de los escaparates. En invierno será más difícil apagar la calefacción. Puede que el año que viene España sea un proveedor de energía para toda Europa: como intermediario del gas (que no viene, directamente, de Rusia) y fundamentalmente por su gran capacidad para generar energía solar y fotovoltaica. Muchas empresas internacionales ven en España un territorio con estabilidad energética a largo plazo para instalar sus industrias. En los próximos años veremos a la Francia nuclear importar energía de la España solar. De ese sol que abrasa a los que viven en las capitales y no quieren bajar el aire acondicionado.

Los ecologistas son los “culpables de los incendios” y los que han luchado durante décadas por defender y potenciar las energías alternativas y renovables. Las empresas de combustibles fósiles y las eléctricas, que impedían el avance y liberalización de las renovables, son hoy los adalides de las macroplantas de generación fotovoltaica.

Es irritante comprobar como las evidencias científicas se niegan para mantener el status (de los ricos); es triste ver como muchos pobres ingenuos se suman a esa rabieta infantil que les costará restricciones dolorosas. La política de difuminación es útil para engatusar a los que no miran más allá de la punta de sus pies. Las contradicciones que nos tocará enfrentar este invierno son desafíos imponentes para quienes usan la cabeza.

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